sábado, 11 de noviembre de 2006

Blog del Hambre

Cientos, miles y millones de personas nos preguntamos alguna vez
qué podemos hacer por el Hambre

Lo malo es que las cifras son terribles y muy difíciles de modificar.
Esta es la realidad.

Lo bueno, lo nuevo, es que somos la primer generación, la actual, que desde que el hombre apareció en el mundo, producimos alimentos suficientes para dar de comer a todos los que viven en el.
Esta también es la realidad.

Por lo pronto, ya que existe esta nueva herramienta, el Blog e Internet, podemos empezar a pensar juntos, como comunidad local, nacional, regional y global, qué podemos hacer concretamente para combatir el hambre, a la vuelta de nuestra casa
o en el confín del mundo.



Cifras

En el mundo: 852 millones padecen hambre (1 de cada 7 personas)
En América Latina: 54 millones (1 de cada 9)
En la Argentina: 2.100.000 (1 de cada 20)


Por otra parte, en la Argentina 260.000 niños menores de cinco años, padecen desnutrición.

A ciento cincuenta y tres (153) argentinos le corresponde un niño desnutrido.
Siendo tantos, ¿no podrán hacer algo por él?



¿Qué hacer ahora mismo?
www.porloschicos.com



Dónde están
Generalmente, los que tienen hambre y particularmente el niño o la niña que están desnutridos se los encuentra alrededor de las grandes ciudades, en los barrios marginales de los grandes centros urbanos.

Es posible que sus padres y abuelos hayan migrado, hace ya un buen tiempo, a la gran ciudad en busca de trabajo y de oportunidades.

Es frecuente que encontremos una constitución familiar un poco particular. Tal vez su padre o el marido de la madre no esté ya en casa por diversas razones y su mamá, heroicamente, trata de sostener la estructura familiar donde suele haber también varios hijos más, y seguramente alguno más esté también desnutrido y no pocas veces, internado en un centro de salud cercano.

Por supuesto, que también se sufre la desnutrición en áreas rurales muy pobres (la distancia contribuye a las carencias) y muchas veces, los más desprotegidos suelen ser los pueblos índígenas, los aborígenes.



Invisibilidad

Una de las características que tienen los marginados en general y más aún los que padecen hambre y desnutrición, es su invisibilidad.
Los más pobres no suelen verse en los lugares que frecuentamos los que estamos un poco mejor. Tal vez alguna vez se los puede ver en las calles, en alguna plaza, pero en realidad, millones y millones de pobres no se cruzan delante nuestro en nuestra vida cotidiana.

Por diversas razones, quizás por vivir en lugares alejados, en barrios periféricos o simplemente por no tener dinero suficiente para movilizarse, suelen ser invisibles a nuestra mirada cotidiana.
La vida actual, los sistemas de vida de hoy día, los apartan, los condenan a esta marginación visual, que no permite que recordemos siquiera que existen, que tienen necesidades y que podemos darles una mano.

Para hace algo por los que tiene hambre, es necesario que salgamos de nosotros mismos, que levantemos nuestra mirada y que les prestemos atención, que los veamos.
Aún así, muchas veces hay que encontrarlos, descubrirlos, buscarlos allí donde viven y pasan sus días.

Una página creada hace unos años invita a recorrer un camino desde nosotros hasta ellos. De acuerdo al lugar en donde vivimos, podemos ver en el mapa cómo llegar a a alguno de los más de trescientos lugares donde se combate el hambre.
Al llegar virtualmente a cada lugar, contamos allí con una descripción de cada lugar y de cada necesidad que tiene esa comunidad que queremos volver más visible.

www.rutassolidarias.org.ar



Confiables, creíbles, confiabilidad y confianza

Hay muchas personas que quieren colaborar y participar pero que no saben qué es lo que pueden hacer o francamente, no confían en el destino de sus esfuerzos y de su ayuda.
En este sentido, el mejor mecanismo para donar es el contacto directo, el que da y el que recibe se encuentran, se ven, se conocen y así se hace el aporte de comida, de abrigo, de becas o de conocimientos.

Aún así, en un mundo en que la confianza no es lo que abunda, alguien podrá pensar que ese aporte hecho en forma personal puede de todos modos, tener un destino incierto, puede ser vendido, derivado, robado.
Es razonable entonces, que uno preste atención también aquellos que conviven y que trabajan alrededor de los que reciben las donaciones, a quienes seguramente se los puede consultar y son quienes pueden ofrecernos un panorama de lo más o menos confiable puede ser una actividad o una campaña.

También es recomendable tener en cuenta que los lugares con más necesidad, donde viven los más desprotegidos, donde “habita el dolor” presentan un aspecto muy particular para lo que nosotros estamos acostumbrados.
A veces son sitios desprolijos, podo higiénicos, peligrosos y oscuros. Pero ese aspecto al mismo tiempo es lo que nos da la razón para actuar y para hacer algo por ellos…

Nuestra experiencia nos indica que el número de “no confiables” es realmente bajo, y en general cuanto más evidente son las necesidades, cuanto mayor es el dolor y la tragedia social, hay menos lugar para la falsedad y la desconfianza.
También es cierto que, en contra de lo que se suele suponer, en la medida que se confía más y en la medida que se da más, pareciera que se abren al mismo tiempo más caminos de confianza y la posibilidad de ser defraudados cada vez es menor.


Compromiso

Nos toca vivir un tiempo en que los bienes abundan y la comida abunda. ¿Por qué entonces, convivimos con tantas personas que no tienen qué comer?

Nuestra sensación es que para reducir el hambre y si es posible, terminar con ella, no hacen falta grandes recaudaciones de dinero, enormes estructuras de ayuda social ni esquemas gigantescos de distribución de comida, sino que es necesario que una parte de la sociedad mundial, mire, atienda, piense y tenga en cuenta a la otra parte que está desvalida, abandonada y hambrienta. Ya que en realidad, parecieran dos mundos muy lejanos, que prácticamente, nunca se intersecan.

Esto significa que si la humanidad ya ha recaudado fondos durante años, tiene acumulada una buena porción de alimentos, de dólares y de euros, lo que hace falta es comenzar a recaudar “compromiso”, que es seguramente, mucho más difícil.

Cuando algún niño o algún pobre se acerca a pedirnos una moneda solemos dársela, lo que inmediatamente nos libera de otros compromisos.
Por ejemplo, del compromiso de preguntarle, cuál es su nombre, dónde vive, dónde están sus padres o dónde está su escuela.
Relacionarme con el otro, encontrarme con el otro, compartir con mi semejante me lleva un esfuerzo, requiere de tiempo, requiere de un compromiso que tiene un costo mayor que la moneda que le entrego.



Complejidad

Uno a veces, quisiera apretar un botón o un “enter” y lograr algún tipo de efecto sobre la realidad de los más pobres.
Tal vez podemos también, hacer el esfuerzo de levantarnos y de dar un poco de pan, dar un paquete de arroz o una moneda y pensar que con ese gesto, hemos podido modificar algo de la realidad que nos rodea.

Pero es necesario tener claro que el que padece el hambre sufre también de muchas otras deficiencias. Seguramente no tiene muchos estudios, puede ser que viva en un hogar o en un barrio lleno de violencia, es posible que nunca haya tenido un empleo fijo y quizás padezca alguna enfermedad crónica que lo haya debilitado o que lentamente lo vaya imposibilitando para realizar distintas tareas.
Es posible que tenga algún conflicto con sus vecinos, tal vez con sus propios familiares e inclusive algún enojo con la policía o con la alcaldía local ya que está ocupando tierras privadas o fiscales y quieren que vaya a vivir a otro lugar.

Apreciamos entonces que la distancia entre nuestra humilde intención de colaborar con algo aunque se muy poco, y el impacto que ese “poco” pueda generar para transformar la realidad, mucho más compleja, mucho más lejana, es muy limitado.
Es evidente que dar respuestas a la temática del hambre no es por lo tanto, una tarea muy simple,
Pero también es cierto que nuestro pequeño intento es mucho mejor que la indiferencia y también e cierto que tal vez, esa sea la única ayuda o comida que recibirá nuestro semejante, por lo menos el día de hoy, día en que decidí hacer ese poco por él.

También es verdad que los números y las estadísticas de la cruda realidad nos alientan...
En el mundo, cada tres personas, una es pobre, de manera que la vida a mi me asignó “media persona” y en América Latina de cada dos personas, una es pobre, ¿dónde estará ese que a mi me toca ya que tengo que encontrarlo y hacer algo por él?



Llegada siempre dificultosa


Generalmente, no es fácil el acceso a los barrios o localidades donde se paredes el hambre.
Es frecuente encontrar en algún hospital algún niño internado con desnutrición o alguna madre que padece alguna anemia u otra patología ligada a la falta de alimento.

Pero muchas veces, el hambre, ligada a la pobreza reencuentra en zonas y regiones poco accesibles.
Lejos desde el punto de vista geográfico por la distancia o lejos por la situación de inestabilidad social que rodea a los más necesitados. En la cercanía del hambre también encontremos la violencia, los intereses locales, la división social, la deficiencia cultural y el aislamiento del resto de la sociedad.

Los pobres no sólo son pobres porque carecen de recursos económicos sino que también son pobres en cultura, en agenda, en idioma, en relaciones interpersonales,
en recursos humanos y hasta en transporte…

Todos estos factores contribuyen al aislamiento aseguran y reaseguran la marginación, de manera que hay que hacer muchos esfuerzos, haya que poner mucha voluntad en llegar hasta los más postergados y además no necesitan que se los contacte una sola vez sino que habrá que mantener la conección, una verdadera autopista solidaria, para darles cualquier tipo de ayuda duradera.


Para llegar de un modo organizado:
www.bancodealimentos.org.ar



Eternos debates y discusiones

Es muy común que alrededor del tema del hambre, se generen muchos debates y muchas discusiones. Se realizan congresos, encuentros y campañas en donde los especialistas tratan temáticas muy diversas, desde la absorción de las proteínas en el tubo digestivo hasta las ecuaciones y los modelos matemáticos que preveen un asombroso crecimiento exponencial de los más pobres en los próximos años.

También es frecuente que estos encuentros no detengan el crecimiento de este flagelo, es más, es posible que las divisiones y los enconos que surgen de muchas de estas teorías contribuyan a dejar las cosas como están, es decir, las discusiones logran que el número de ochocientos millones de hambrientos no se modifique.
Lo que si se modifica es el número de publicaciones, noticias y de conferencias, a punto tal que algunos cínicos y algunos irónicos sentencian: “no sabemos que han hecho los expertos por los que sufren hambre, pero es enorme el servicio y las posibilidades laborales que le han brindado los hambrientos del mundo, a los expertos”.

Nos solemos preguntar cuánto tiempo podemos discutir métodos, metodologías y porcentajes de la pobreza, mientras millones de pobres te miran a los ojos con hambre y angustia, mientras el tiempo de ellos se termina y nadie les da una respuesta concreta.
Para discutir mucho y a veces en vano, sobre la exclusión y la marginación, hay que ubicarse muy lejos de los pobres, si uno está realmente cerca, siente la enorme presión de sus angustias, de su abandono, lo que lo obliga a uno a actuar, a movilizarse y a perder cada vez menos tiempo en discusiones.


Transformar la realidad

Es evidente que estamos frente a un largo proceso que requiere varias etapas. Desde mi propia preocupación por la situación de los hambrientos hasta que busco y encuentro al que padece hambre, más tarde lo asisto, y finalmente, si fuera posible, lo ideal sería llegar a modificar su situación social de modo tal que ya no necesite de mi ayuda ni la de nadie.

A propósito de esta observación anterior, hemos visto que en muchos lugares de América Latina han surgido los denominados “comedores comunitarios”, generalmente ligados a un credo, a una escuela o a alguna organización social. Allí se reúnen para recibir alimentos entregados por voluntarios muy activos y muy generosos, los más desprotegidos: los niños, las madres y los ancianos.

Debemos reconocer que la figura del comedor, es muy recomendable, ya que es un primer paso que representa la primera ayuda, una vez que una sociedad percibe la necesidad de sus semejantes y por suerte, decide dar una respuesta.

Inclusive hay lugares que van sumando trabajadores sociales, maestras, apoyo escolar, terapeutas, y profesionales de la salud, lo que significa realmente, más avances en el terreno de la colaboración y de la integración social.

Ahora bien, lo deseable, la meta esperada, el éxito de este proceso de concienciación, sería que en las próximas etapas, fuera posible generar emprendimientos laborales y empleos genuinos, que permitan que esa familias puedan volver a sus casas sin la necesidad de acudir a estos centros de ayuda porque cuentan ahora con una capacidad propia de sustentarse y de rehacer la mesa en el hogar que se había disuelto alguna vez.

Esta evolución, este verdadero desarrollo comunitario, es tal vez la aspiración que toda sociedad y que toda organización e institución debería promover y generar.
Pasar de la indiferencia (casi no tener en cuenta a los necesitados) a la conciencia (reconocerlos, verlos y asistirlos) para más tarde llegar a la dignificación (generar empleo genuino y el propio abastecimiento económico, cultural y personal) para que rehagan su casa, su familia, su hogar y su mundo de relaciones.


Finalmente para obtener una mirada integradora, recomendamos:
www.redsolidaria.org.ar